lunes, 16 de agosto de 2010

La strada giusta.

Me repetí a mi misma que no podía llorar. Ese agobiante nudo en la garganta desaparecería sólo, quizás unas palabras de ánimo lo aflojaran. Otra cosa era el nudo que se me había instalado desde hacía tiempo en el corazón, ese que no me dejaba respirar, ni de día ni de noche; ese que estaba alerta en cada esquina por si la suerte llamaba a mi puerta, y te encontraba, cosa que nunca sucedió; ese que hacía que cada carcajada sonara como un lamento.
Era como una enfermedad, lo recuerdo. Cada día aumentaba, se extendía y me quitaba todos y cada uno de los atisbos de felicidad que pudiera llegar a tener. Cada día lo echaba más de menos.
Toda enfermedad tiene una cura, una medicación que si la tomas regularmente puedes llegar a sanar, en mi caso a recuperar la sonrisa, las ganas de vivir. Esa cura podía ser él. Pero no lo fue. Su indiferencia era total y absolutamente mortal para mí, como un cuchillazo en el corazón, uno detrás de otro, cada vez que me ignoraba, cada vez que se sentaba a mi lado y yo pensaba que nunca lo podría tener, cada vez que besaba a esa chica con la que quizás siga… o igual ha decidido destrozar algún otro corazón más... El mío, atravesado y malherido lo único que podía hacer era lamentarse, no se me ocurrió en ningún momento que hubiera un mundo de posibilidades ahí fuera, más bien no quise verlo, yo solo lo veía a él. Tampoco podía evitar pensar que él me había querido. Me había querido, ahora me aborrecía o quizás, simplemente le era indiferente… que no supe que era peor, no lo supe y, ahora, tampoco me importa. Es algo que forma parte del pasado, un pasado que espero poder olvidar, el dolor es algo inevitable, pero siempre se puede hacer algo para que sea más llevadero.
Y yo lo quería, y aún lo sigo queriendo, probablemente nunca deje de hacerlo, quizás esta herida nunca se llegue a cerrar del todo, pero jamás volveré a caer en ese pozo oscuro del que creí que no podría salir. Por ello, yo, aquí y ahora, ante todos aquellos lectores que se hayan sentido curiosos ante mi historia, me declaro culpable. Culpable por los errores cometidos, las palabras no dichas, los consejos que no acepté y el tiempo malgastado. Pero, sobre todo, me declaro culpable por las reglas incumplidas, las locuras cometidas y por los momentos de subidón. Me declaro culpable de mi repentina libertad, de mis ganas de vivir que me consumen, de ver en cada momento una nueva oportunidad, un nuevo comienzo y una excusa para enterrar las heridas del pasado. Lo único que me queda por aclarar, algo que se quedará conmigo para el resto de los días y con lo que tendré que convivir para aprender a sacar mi vida adelante, seguir en el camino correcto, no callar ante lo injusto para poder vivir un poco más a gusto, sea como sea… es una frase, y es que:
Ahora soy una luchadora.

7 comentarios:

  1. Me gusta muchisimo, enserio, me he sentido muy identificada.

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  2. Belén, tengo algo que confesarte, no hemos hablado nunca, nunca y soy una nueva seguidora tuya; pero la verdad es que todas tus entradas me encantan, porque además de sentirme identificada con muchas también algunas me hacen sonreír y muchas otras me fascinan, de verdad. (:
    Por cierto, me llamo Alba.

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  3. Muchas gracias por pasarte!
    Es muy bonito! Me siento identificada la verdad.
    Me ire pasando, ok?
    Un beso! :D

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  4. Me encanta tu blogg . enserio cada vez que me pso me impresiona mas . Te sigooo :) pasate .

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  5. Hola Belén :)
    No te conocía pero voy a cotillear el blog :)
    Saluwikis y gracias por pasarte por el mío :)

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  6. si las lágrimas son utiles, que caigan...

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  7. Muchas gracias por pasarte por mi blog, me gustan mucho tus textos, es facil sentirse identificada con ellos:)

    Te sigo, Muchos besos

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