miércoles, 19 de marzo de 2014

What's going on in that beautiful mind?


Si tuviera que describirte no sabría por dónde empezar. Quizás decir que eres la persona de la que me he enamorado sea un buen comienzo.
Eres el resultado de una química perfecta, un buen libro para leer, eres un atardecer de verano… O de invierno… ¡Qué más da! Tu sonrisa es tan cálida que ya no sé distinguir las estaciones. Se me ha hecho tan dulce el invierno…

Si tuviera que definirte serías un color azul, esperanza, paz, lleno de las mismas esperanzas de las que mi ingenuo corazón se llenó. Rebajas de ilusión en pleno invierno. También podrías ser una playa, una de esas de aguas cristalinas y sol radiante justo en el punto exacto del cielo para crear una sombra bajo una palmera. Bendita sombra, bendito respiro de tu amor, que me llena. Sube la marea cada vez que sonríes, cada vez que me hablas, cada vez... Cada una de tus miradas alimenta mi corazón de ganas de tenerte. Eres mi numen, todo tu caos se me aparece como arte ante mis ojos. Me inundas con tu ser, arrasas con todo lo que llevo dentro, incluso contigo mismo, te guardado dentro de un cajón de mi alma.

Quiero ser parte de ti, quiero conocer cada rincón, dejar un trocito de mi ser en ti. Ser tu lucero, tu luciérnaga en mitad de la oscuridad. Pequeño rayo de esperanza. Resucitas mis ganas de sentir, naufrago en una isla de deseos. Tú, mi salvavidas.

Estoy tan dispuesta a todo, estoy tan dispuesta a ti, que me asusta. Mi objetivo es entenderte, comprenderte, conocer esa complejidad que se esconde tras tu belleza, las historias que guardan las palmas de tus manos, conocer cada uno de los engranajes de tu preciosa mente, amar cada uno de tus rincones, morirme en la comisura de tus labios cada vez que sonríes (¡qué sonrisa!), acercarme aunque sea mínimamente al abismo de tus ojos. Sustituir todo este aire vano por tu olor, por tu perfume.

Hablemos ahora de tu sonrisa. Su belleza es proporcional a los misiles con los que está cargada. Algo muere dentro de mí cada vez que atisba por entre tus pecas. Pero… ¡qué muerte tan dulce! Rezo plegarias a un Dios en el que no creo, busco encontrarte, pero voy en la dirección equivocada, y ¡qué hago yo buscándote por el camino de la esperanza! Has dejado crecer matojos de moras amargas. Voy directa a la caída, una caída inminente, pero ¡qué caída tan dulce! Te esperaré en el cruce de las ganas y la rabia.

Creo en ti a pesar de los peros, de los cómos, de los porqués. Busco en ti la respuesta a pesar de que esquives las preguntas como balas, temeroso, con un solo movimiento de pestañas (persianas que albergan un tesoro).


Vivo enamorada de tu alma, o de tu engaño, vivo enamorada de quién tú has querido ser, de quién vas creando cada día, de quién me muestras; vivo enamorada de esperanzas, de llamadas, de poesía, de palabras. De tus manías, de tus retos, de todos y cada uno de tus pasos, pero, sobre todo, vivo enamorada de tu sonrisa… o, mejor dicho, no vivo, estoy sobreviviendo.