lunes, 15 de diciembre de 2014

Para Ana:

Si me voy a estrellar en la curva de tus caderas, no dejes que se rompan tus seguridades contra el hueso afilado lleno de sacrificios. Si voy a perder la cordura recorriendo tu espalda con la yema de mis dedos, no dejes que utilice tus costillas como teclas de un piano. Si me vas a dejar llenarte de mi más puro y genuino amor, procura no acentuar el hueco entre tus muslos: Dejas que se escapen las palabras y los versos entre ellos. Si vamos a pasar cada noche de invierno intentando quitarnos el frío de la piel, no dejes que mi boca choque contra tus huesos; eso me hiela por dentro.

El valle entre tus dos montañas era hogar de dos corazones; ahora me encuentro frente a una llanura que ya no es reconfortante, ya no es cálida. Hay dos corazones, pero uno de ellos, se está muriendo. Los únicos surcos de tu rostro antes eran producto de la fuente de mi vida: Tu sonrisa. Parece ser que el cambio de estación se los ha llevado, dejando tras de sí el surco marcado de tus lágrimas. Tu cascada de cobre y oro ahora sólo lleva hojas secas. Tus vidrieras, reflejo de los ríos llenos de vida, envejecen, transparentan el fondo de tu alma; ahora sólo muestran un agua estancada, un río en calma que acumula dolor, marchitando cada oportunidad que llega.

Si buscas alegrarme la vida, no pretendas conseguirlo destruyéndote a ti misma. No me hace feliz ver como cada día tengo más hueco en la cama, porque tú ocupas menos.