lunes, 8 de febrero de 2010

Querido diario, por fin lo he encontrado.

Tantas cosas han cambiado desde la última vez que escribí sobre estas páginas…
Ahora mismo me gustaría poder estar en la cima de una montaña y gritar tu nombre, y el mío; y que el eco de las montañas repitiera nuestros nombres una y otra vez, como si fuera algo eterno. Me gustaría estar contigo dando un paseo a la luz de la luna, solos, tú yo, y que empezara a llover, y que me invitaras a bailar un vals mientras las pequeñas gotas de lluvia rozan nuestros rostros, y apretar tu cuerpo contra el mío, sintiendo como nuestros pies vuelvan, como nuestro amor se eleva. Y ya puestos a soñar cambiaría todos los atardeceres del mundo por un amanecer junto a ti. Por comenzar cada día de mi vida con una de tus sonrisas, y en las mejores mañanas, con un beso y una caricia, de esas que hacen que me olvide de todo lo demás, de que el resto del mundo existe. Tampoco estaría mal una tarde junto a ti, tumbados en el césped y mientras compartimos cálidas palabras sentir tu dedo recorriendo mi espalda, despacio. Y sentir como si pudiera reventar los índices de la felicidad cuando rozas mis labios con dulzura, sin prisa, como si el tiempo allí afuera estuviera detenido, para siempre. Y para los días de verano un baño en la playa, tu torso desnudo, mi deseo y confianza; y mientras, el agua, único testigo, esconde un juego de dos. Y sin poder evitarlo lanzar una carcajada al aire, porque estar contigo es lo único que merece la pena.
Y todos estos deseos, ¿por qué? ¿por qué escribirlos ahora? Porque por fin he encontrado a la persona adecuada para compartir todas estas locuras, estos sueños. Esa persona con la que hacer que cada momento de mi vida sea irrepetible. Porque quiero llenar con ella un álbum de recuerdos que solo nosotros podamos entender y reirnos, llorar, querernos aún más cada vez que lo miramos. Y porque estoy totalemente convencida de que nada de esto tendría sentido si no lo hiciera a tu lado.

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