Si tuviera que describirte no sabría por dónde empezar.
Quizás decir que eres la persona de la que me he enamorado sea un buen
comienzo.
Eres el resultado de una química perfecta, un buen libro
para leer, eres un atardecer de verano… O de invierno… ¡Qué más da! Tu sonrisa
es tan cálida que ya no sé distinguir las estaciones. Se me ha hecho tan dulce
el invierno…
Si tuviera que definirte serías un color azul, esperanza,
paz, lleno de las mismas esperanzas de las que mi ingenuo corazón se llenó.
Rebajas de ilusión en pleno invierno. También podrías ser una playa, una de
esas de aguas cristalinas y sol radiante justo en el punto exacto del cielo
para crear una sombra bajo una palmera. Bendita sombra, bendito respiro de tu
amor, que me llena. Sube la marea cada vez que sonríes, cada vez que me hablas,
cada vez... Cada una de tus miradas alimenta mi corazón de ganas de tenerte. Eres
mi numen, todo tu caos se me aparece como arte ante mis ojos. Me inundas con tu
ser, arrasas con todo lo que llevo dentro, incluso contigo mismo, te guardado
dentro de un cajón de mi alma.
Quiero ser parte de ti, quiero conocer cada rincón, dejar
un trocito de mi ser en ti. Ser tu lucero, tu luciérnaga en mitad de la
oscuridad. Pequeño rayo de esperanza. Resucitas mis ganas de sentir, naufrago
en una isla de deseos. Tú, mi salvavidas.
Estoy tan dispuesta a todo, estoy tan dispuesta a ti, que
me asusta. Mi objetivo es entenderte, comprenderte, conocer esa complejidad que
se esconde tras tu belleza, las historias que guardan las palmas de tus manos,
conocer cada uno de los engranajes de tu preciosa mente, amar cada uno de tus
rincones, morirme en la comisura de tus labios cada vez que sonríes (¡qué
sonrisa!), acercarme aunque sea mínimamente al abismo de tus ojos. Sustituir
todo este aire vano por tu olor, por tu perfume.
Hablemos ahora de tu sonrisa. Su belleza es proporcional
a los misiles con los que está cargada. Algo muere dentro de mí cada vez que
atisba por entre tus pecas. Pero… ¡qué muerte tan dulce! Rezo plegarias a un
Dios en el que no creo, busco encontrarte, pero voy en la dirección equivocada,
y ¡qué hago yo buscándote por el camino de la esperanza! Has dejado crecer matojos
de moras amargas. Voy directa a la caída, una caída inminente, pero ¡qué caída
tan dulce! Te esperaré en el cruce de las ganas y la rabia.
Creo en ti a pesar de los peros, de los cómos, de los
porqués. Busco en ti la respuesta a pesar de que esquives las preguntas como
balas, temeroso, con un solo movimiento de pestañas (persianas que albergan un
tesoro).
Vivo enamorada de tu alma, o de tu engaño, vivo enamorada
de quién tú has querido ser, de quién vas creando cada día, de quién me
muestras; vivo enamorada de esperanzas, de llamadas, de poesía, de palabras. De
tus manías, de tus retos, de todos y cada uno de tus pasos, pero, sobre todo,
vivo enamorada de tu sonrisa… o, mejor dicho, no vivo, estoy sobreviviendo.